Enfrentar urgentemente la doble crisis: energética y climática

La vida cotidiana en las últimas semanas se tornó casi imposible. Los costos del calentamiento global se evidencian en los hogares, en los países y a nivel global. La ola de calor recientemente sufrida en todo el territorio nacional tuvo costos altísimos en vidas humanas y en la economía. Los hogares y las empresas perdieron ingresos e inversiones. Las personas sufrieron en todas partes: en el trabajo, en los hospitales, en las escuelas, en el tráfico. El Gobierno debe alejarse del negacionismo e implementar un plan que garantice mejoras rápidas en el sistema eléctrico para disminuir el sufrimiento de la gente y las pérdidas económicas, dado que la situación tenderá a empeorar considerando las proyecciones derivadas de los estudios científicos.

La crisis climática y la crisis energética están estrechamente relacionadas. Por un lado, la forma en que producimos y consumimos energía tiene un impacto directo en el cambio climático. El uso de combustibles fósiles, como el petróleo, el gas y el carbón para la generación de energía, es una de las principales causas del calentamiento global y de la crisis climática que enfrentamos actualmente.

La transición hacia fuentes de energía renovable y sostenible es fundamental para abordar tanto la crisis climática como la crisis energética. Esto implica la adopción de tecnologías limpias, como la energía solar, eólica, hidroeléctrica y geotérmica, así como la mejora de la eficiencia energética en todos los sectores.

Por otro lado, la crisis climática profundiza la crisis energética, ya que aumenta la demanda de energía así como la vulnerabilidad de los sistemas de producción. En estos días hemos sufrido los efectos del aumento de la demanda de energía debido al calor extremo y las dificultades de provisión de energía frente a esta demanda. A esto se agregan los cortes de agua directamente relacionados con los cortes de luz.

La variabilidad climática definida como los cambios en la temperatura y la precipitación ya sea por encima o por debajo de su estado promedio está aumentando rápidamente, lo cual afecta a la capacidad de producción de energía, sobre todo en un país como Paraguay con un alto nivel de producción hidroeléctrica

Las conclusiones de miles de estudios desde hace décadas prevén cambios sostenidos a futuro. En primer lugar, aumentos de la temperatura, aumentos o disminución de las precipitaciones y aumentos en el nivel del mar. En segundo lugar, es probable un aumento en la frecuencia de ocurrencia y en la intensidad de eventos climáticos severos o extremos. El clima ya muestra importantes variaciones de un mes a otro, de un año a otro o bien en escalas temporales más largas y se espera un empeoramiento.

En las redes, como es habitual, además de quejas se sucedieron muchas propuestas, la mayoría producto de la rabia y desesperación; por lo tanto, sin la seriedad que exige el tema dados los costos en vidas humanas y económicos que las dos crisis están generando.

Estas dos crisis se agregan a una casi permanente crisis económica para la mayoría de la población, que partiendo de ingresos ya bajos, desde hace casi diez años estos retroceden cada vez más a causa de la inflación vinculada especialmente a los alimentos y los combustibles.

Frente a esta crisis múltiple, el Gobierno no puede permanecer pasivo, ni mucho menos negacionista de la situación, ya que se espera que esta vaya empeorando con el paso de los años debido a la falta de acciones necesarias por parte de los gobernantes del mundo.

Un reciente informe mundial nos ubica entre los cinco países menos desarrollados de la región. Los lentos avances de los últimos años pueden retroceder como ya ocurrió en parte con la pandemia, ya que no contábamos con un mínimo sistema de salud. A esta situación se agregarán las consecuencias de la interrelación entre un mal sistema eléctrico y el empeoramiento de la crisis climática. El Gobierno tiene la responsabilidad de enfrentar el problema con medidas claras que den un poco de esperanza a la población. UH