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Apocalipsis en Jasuka Venda

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Los miembros del pueblo indígena guaraní Paî Tavyterã están convencidos de que la vida empezó en el cerro sagrado Jasuka Venda, conocido como Cerro Guasu, en el Departamento de Amambay, donde Ñane Ramõi Jusu Papa (“Nuestro abuelo grande eterno”), creó al primer hombre y a la primera mujer, luego engendró la palabra, la humanidad y todo el universo. Ese verde y bello promontorio geológico entre Yby Yaú y Capitán Bado es para ellos el ombligo del mundo, el Jardín del Edén.

En los años ochenta, el Jasuka Venda fue invadido por empresarios rurales brasileños que intentaron expulsar a los nativos, con la complicidad de autoridades corruptas, para quedarse con sus tierras. Tras la caída de la dictadura, a su regreso del exilio, el gran escritor Augusto Roa Bastos aportó su prestigio intelectual y su pasión solidaria en una campaña para recuperar el territorio usurpado. Se logró que el Estado expropie 7.681 hectáreas de tierras ancestrales, con el Jasuka Venda como centro, otorgando la propiedad a los Paî y declarando el sitio como patrimonio cultural.

Hoy, el Jasuka Venda sufre otra clase de invasión, al haberse convertido en escenario del conflicto armado que involucra a las bandas criminales que se presentan como guerrilleras, a escuadrones del narcotráfico y el contrabando, como a las tropas militares y policiales que simulan combatirlos, hasta ahora sin mucho éxito.

Tras haber perdido hegemonía en el sur del Departamento de Concepción y el norte de San Pedro, en localidades como Horqueta, Azotey, Arroyito, Kurusu de Hierro, Tacuatí, Tacuatí Poty, el denominado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) se ha ido desplazando hacia los cerros Sarambi, Guaraní y fundamentalmente el Cerro Guasu o Jasuka Venda, penetrando en el territorio ancestral y sagrado de los Paî Tavyterã.

Allí el grupo armado ha intentado presentarse como una especie de justicieros reivindicadores de los derechos indígenas —como lo han hecho los guerrilleros zapatistas en Chiapas, México—, formando incluso una Brigada Indígena, pero han sido enérgicamente desmentidos por los líderes Paî, denunciados por reclutar a niños nativos menores de edad en contra de su voluntad. “No los vemos como guerrilleros, sino como los ka’aguy póra, espíritus malos del monte”, había dicho la lideresa Digna Morilla.

En las estriberas del Cerro Guasu, en noviembre del 2020, se produjo un ataque nocturno de la FTC contra el EPP, que ocasionó la muerte de un líder histórico del grupo armado, Lucio Silva, y donde presuntamente desapareció la menor de edad C.E.O.V., Lichita, de quien hasta hoy se ignora su paradero.

También a poca distancia del lugar, esta semana, los del EPP hicieron explotar una bomba al paso de un convoy de la FTC, asesinando con brutal violencia a tres efectivos militares: Mauricio Pérez Paredes, Eulalio Espinoza y Lauro Ramón Monzón Acosta, marcando una nueva escalada en la conflagración.

A casi dos décadas de iniciado el conflicto, está demostrado que los sucesivos gobiernos y los demás organismos del Estado no han sido capaces de vencer ni militar, ni políticamente, al EPP y a los demás grupos armados, ni de desactivar el esquema criminal que sigue causando muertes, terror y muchos perjuicios a una vasta región del Paraguay. Quizás es el momento de pensar en otras estrategias. UH

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